sábado, 24 de mayo de 2008

Vamos a terapia, oh oh oh oh oh


Los niños de ahora son un reflejo de lo que somos los adultos o al menos de lo que nos hemos convertido. El otro día recibí el informe del nido de H. El diagnóstico de la Miss arrojaba dos fallas por corrregir/ superar: a) la pobre funcionalidad de mi hijo para agarrrar la crayola (acompañada de una recomendación de terapia para mejorar su psicomotricidad fina) y b) la inseguridad de H a situaciones nuevas que se disfraza de rebeldía frente a eventos que implique ponerse un traje de fantasía. Así tal cual. Salí preocupadísima por sus c en ambas materias (agarrar la crayola y participación de eventos siu generis). Oh no, pensé: mi hijo no ingresaría al colegio si no lo refuerzo en pintar, rasgar y otras actividades de la misma índole. !No aprenderá a escribir, no podrá cortar! Y, por otro lado, no imaginaba la idea de perder la oportunidad de verlo en un máximo despliegue teatral, disfrazados de estrellita o cebra.
Realmente, me sentí devastada.
Para colmo, semanas atrás una terapeuta había ido al nido a evaluar las capacidades motrices de los pequeños. Y luego de observarlos por cuestión de minutos ( a todos juntos) detectó que H sufría de hipotonia leve.
¿Qué era eso? En términos mortificantes: debilidad muscular, escasa motilidad y más blas. Así que, cargada de angustia, lo llevé a que realmente lo diagnostiquen. De frente la terapeuta nos enganchó con dos sesiones semanales. Madre santa. ¿Cuánto tiempo necesitaría terapia? La especialista en el tema, después de dos tardes juntos, determinó que como no era nada grave, H sólo tendría que ir un mes.
Como yo de eso, y mucho más, no sé nada; llamé al pediatra. Me reí con su respuesta: yo que tú, mando a la terapeuta por un caño. Ahora todos esperan que nuestros hijos sean ambidiestros, hable 5 idiomas y toquen el violín.
Muy sensato.

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