viernes, 4 de julio de 2008

El parto


Y nació A. Todos dicen que se parece a mi, esa pequeña neonata de cachetes melvas y boca de pico que vio la luz, sin llorar, hace una semana atrás mientras su padre- fiel estilo de Tarantino- filmaba sin asco mi sangre derramada sobre la camilla. Los días en la clínica no fueron nada difíciles (claro si contaba con un equipo de enfermeras, mayordomos, etc) que al llamado del timbre colocado a la izquierda en mi cama acudían en mi ayuda. No veía a A llorar ni hacer caca, me la traían dormida con una sonrisita dibujada.

Punto aparte el rollo de la lactancia. Porque existe una tremenda campaña pro lactancia materna exclusiva que no le deja a la reciente madre la oportunidad de tan solo discrepar o excusarse bajo nada: tienes, oye bien, quieras o no, que dar de lactar a la cría. Para ello, para mí novedad, se ha acomodado un agradable y frío espacio llamado lactario. Ahí, la madre vaca tiene la posibilidad de colocar en sus ubres un par de chupones que no hacen nada más que succionar la leche materna con una efectividad sorprendente. Mirando hacia una pared, y pensando en lo que a una más le guste, la madre tiene que seguir esta dinámica: descubrir sus ubres, colocar los chupones en ambos, apretar un botoncito de on, calcular el tiempo en el reloj colgado en la pared, y esperar a que la tecnología haga su trabajo mientras cuenta ovejitas o canta alguna canción para no sentirse tan sola. Y así 15 minutos. 2 o 3 onzas. Un trabajo que sale a cuentas.

De regreso a casa con la bebé, me esperaba H. Mi hermoso y vulnerable H, que hasta estos días ha desarrollado conductas violentas, negación a todas las actividades de su vida cotidiana ( es decir, no quiero comer mama, no me quiero bañar mama, no quiero ir al nido mamá) y un apego a la madre agotador ( todo con mamá, con la mamá, quiero a mi mamá y así ad infinitum versiones). Y claro, yo, sea el blues o como quiera llamarlo el doctor o quien sea, lloro. Me despierto y lloro, por H, por mi, por la luz del día, por las 8 noches que llevo sin dormir, por la lactancia materna exclusiva. Y pienso que bonita es la maternidad.

Una se olvida, se olvida de cada cosa que pasa con un bebe recien nacido, por eso, dice el pediatra de H es que nos seguimos reproduciendo. Porque si nos acordáramos de cada detalle del proceso, no volveríamos a traer otro niño al mundo.

Claro que tiene sus recompensas. H tendrá una hermanita que en algún tiempo comenzará a hablar (¿por qué no habla mamá?) y con quien podrá jugar y ya no sentirse tan solito. J es el hombre más feliz, tierno y responsable que conocí y con quien tengo la inmensa suerte de compartir todo esto. Y yo, después de recuperar mi libertad (léase: dejar de ser mamá vaca), desbordaré de amor... ( como ya lo vengo haciendo).