sábado, 9 de agosto de 2008

Un mes y medio


45 días después, tus cachetes han invadido tu cara, haciéndote acreedora de un apodo afrutado: princesa chirimoya o chirimoya de exportación. Tu boca ha perdido dominio, tus ojos indefinidos siguen mi voz, y la melodía de un conejito rosado a cuerda que mueve sus brazos y piernas tiene un efecto ansiolítico en ti. Sigues durmiendo la mayor parte del día y llorando en la noche. Y tu llanto no perdona la falta de leche. Podrías bañarte en ella y serías feliz, como Cleopatra. Tu olor, mezcla de lechecita regurgitada y ese particular aroma de bebe recien nacidito es caliente. Sí, tiene temperatura, que unida a la mia es la combinación perfecta para este invierno blanco y su neblina. Los sonidos de gato le han cedido el turno a unos ronquidos que nada tienen que envidiar a los de tu padre y tus largas manitas se aferran al biberón o a mis pobres servidoras de leche. Eres la culpable absoluta de mi falta de sueño absoluto. Y la culpable de los celos angustiantes de tu hermoso hermanito. Eres yo o yo soy como tu. Aunque todavía es difícil determinar el parentesco más fiel ( Sigo convencida que la carga genética de tu padre ganó la batalla). Ojalá también, heredes su corazón. 
Por lo pronto, eres mia y suya. Y eso basta. Que el tiempo  pase rápido para que digas tus primeras palabras o que se detenga a la altura de mi pecho, cuando tú estás en él.

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