sábado, 2 de agosto de 2008

Advertencia al público: !no vayan al circo de Lazy Town!



A qué niño no le gusta Lazy Town. Esa serie donde el héroe es un deportista y el villano un amorfo personaje que busca arruinar los planes de vida sana en la ciudad. Bueno, H siempre se queda pegado. Así que ante la imposibilidad de hacer algo que haya exigido mayor logística que moverme de un distrito a otro (por obvias razones: una hija de un mes), elegí como máximo plan de fiestas patrias llevar a H al circo. Arrastré en mis planes a una víctima pareja y a su pequeñín (perfecto compañero para el mio) ingenuamente pensando que se trataba de un espectáculo de gran nivel - por los auspiciadores, el precio de las entradas, etc-, que no había pierde con la temática y que ya pues.
La comitiva salió entusiasmada en dos carros hacia la escuela militar de chorrillos donde se llevaría a cabo la magia. Nos encontramos con una extensa cola que sin exagerar más o menos era de vastas cuadras ( de padres y niños esperando hacía rato). Gran viento y frío. Ingenuamente entramos ( abrían las rejas a las personas que querían comprar entradas pero nosotros ya teníamos) y nos colamos. Literalmente. Sin culpa ( ¿quién en su sano juicio iba a hacer esa cola?) y sin asco. Claro que fuimos insultados y casi ocasionamos una revuelta de dimensiones épicas. Tanto así que estuvimos a un paso de damos media vuelta y caballero nomás, a la cola. (Cabe aclarar que a pesar de haber entradas diferentes: platinium, vip, etc; había una sola y única cola). El responsable de la organización debería ir a la horca.
En resumen, nos dejaron esperar ahí hasta que se abrieron las puertas del coliseo. Y vaya sorpresa cuando ingresamos y vimos el escenario del circo: un tabladillo minúsculo, dos cortinas de terciopelo rojo ( a la antigua usanza) y gracias por su presencia. La música de fondo era un disco con 4 canciones: bambrú se fue a la guerra, arroz con leche y dos del repertorio de Barney. Este dio vuelta una y otra vez durante la media hora de espera. Para que los asistentes no nos aburriéramos un payaso extraño y un hombre en zancos daban vueltas por el lugar. Primera, segunda y tercera llamada ( y mi cabeza y las de los demás adultos sentados al lado mio, daban vueltas. ¿Se imaginan mi sentimiento de culpa? Haberlos llevado hasta allá cegada por mi ingenuidad y porque pensé que realmente vería a Sportacus..)
Para ese entonces, cuando las luces se apagaron y Barney se calló, mis acompañantes y yo estábamos al borde, casi casi con un pie afuera. Comenzó el espectáculo pero fue demasiado tarde : el efecto de la espera, la desorganización, la pésima impresión había inoculado su veneno. A los diez minutos exactos, después de que el elenco entero de Lazy Town haya aparecido y arrancado gritos de emoción entre los pequeños, engañamos a los niños ( que en realidad también se habían aburrido) y salimos felices por la puerta de emergencia. No nos arrepentimos, pues mientras salíamos, un payaso gordo entretenía al público ( osea,¿ ni siquiera el espectáculo entero se trataba de Lazy Town?).
Compensamos la falta de circo con espadas de colores. (Por supuesto que escuché quejas de J todo el camino de regreso. Claro había sido mi brillante idea y el pobre J gastó mucho dinero por ese espectáculo basura).
Lo bueno es que hasta ahora cuando le preguntan a H qué tal el circo, responde: estuvo divertídisimo. (Gracias a la espada del Augurio).






1 comentario:

Anónimo dijo...

pobres niños y que padres tan quejumbrosos, el espectaculo esta genial!!