miércoles, 11 de junio de 2008

Y ahora, ¿quién podrá defenderme?


Manejo la siguiente teoría: la fragilidad de un niño lo convierte en un ser vulnerable y en un potencial adulto afectado. Osea, siempre he tenido la idea de que todos nosotros somos como somos gracias a un trauma infantil. Nuestros grandes rollos, nuestros miedos, las angustias, las fobias, todas se derivan de nuestra época más tierna, aquella que recordamos en fotos que ya se están despintando. Y no atribuyo las causas de todo esto a traumas severos. No, no hablo de padres abusivos, vejaciones ni nada de esa clase de cosas y que obviamente dejan secuelas graves en el espirítu de un niño: me refiero a que, otra vez, indico que es mi teoría; a que cuando uno es pequeño, el que mamá llegue tarde cuando la esperas, o una simple comparación con el hermano menor, o una subida de voz de papá en una tarde de especial vulnerabilidad puede ser determinante para marcarnos. Marcar nuestra conducta, nuestra personalidad. ¡Estoy segurísima de ello! Creo en mi caso que definitivamente algo me tuvo que pasar de niña para haberme convertido en lo que hoy soy: una madre que se angustia, que quiere ser la mejor, que no se perdona por estar ausente (ojo, en el trabajo), la mayor parte del día. Y mi gran temor es equivocarme con H, sentirlo tan emocionalmente frágil, una víctima perfecta ante cualquier error. Y que luego, años más tarde, me ande preguntando por ahí: ¿en qué me equivoqué? O ,
mirando al cielo, ¿Qué hice mal? Porque muchos de nosotros no nos damos cuenta de qué fue aquello que determinó que nuestros hijos se conviertan en las personas que son. Y ante esto, solo me queda pensar en la inmensa complejidad de la paternidad, la increíble responsabilidad de ser una persona coherente, libre de miedos, observadora, enfermera, acompañante... mamá en la máxima expresión.
Y esta verdad que llevo a la exageración es como mi karma, mi cruz, mi móvil, lo que determina mi modus operandi. !Qué presión! ¿no? Quizás es la necesidad de que H no pase lo que yo: que sea un niño que no le tenga miedo a la noche (hasta los 14 años), que establezca relaciones sanas, que no se caracterice por dudar ante cualquier decisión (digo cualquiera porque a mi me cuesta hasta decidir a dónde ir a comer un domingo por la tarde). Sí ya sé que no son cosas graves ni determinantes pero, como toda madre, quiero darle todo lo que una no tuvo. Es decir, una mamá que no se vaya todas las mañanas temprano y regrese tarde. Pero, ¿qué clase de utopía quiero comprarle? J, me dice que todos los niños pasamos por lo mismo, que son esas cosas las que nos hacen fuertes, las que nos ayudan a madurar, a crecer. ¿Por qué entonces mi necesidad y necedad de mantenerlo en una caja de cristal, libre de penas y llantos? Quizás porque siento que de por sí mucho es lo que tiene que procesar: la ausencia de su padre- con apariciones fantasmales-, vivir en casa de los abuelos los primeros y más importantes años de su vida, la llegada de J, la pronta venida de su hermanita, ufff.. Yo me estresaría y claro, que lo estreso a él.
Así que fui a ver a una psicóloga en plan de encontrar orientación para estas semanas en las que la llegada de A, la nueva niña, es inminente ( recién la he visto una vez y ya tengo miedo de que me inocule nuevos temores, pero esto lo hablaré en un post aparte). En resumen, no sé si todas las madres gestantes tienen las mismas dudas, necesitan el mismo apoyo o simplemente son más relajadas que este ser humano que les habla. En realidad, no saben cómo me gustaría desprenderme de este saco de dudas y miedos, echarme a esperar tranquila lo que venga y confiar en mi fortaleza. Pero no soy así. Soy de las que escriben lo que sienten, lo comparten y esperan una respuesta de cualquiera (¡cualquiera que se sienta igual!) para no sentirme tan equivocada o traumada. No lo sé, no sé cuándo podré vencer esta maquinaria extraña que gobierna mi psiquis, pero al menos me tranquiliza saber que tengo las mejores intenciones de ser una buena madre.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy lindo tu post.
Todas las mamás pasamos por lo que tu sientes, claro, una mas que otras.
Mucha suerte
Patty

Alba dijo...

Lore, como sabrás yo aún no soy mamá, pero creo realmente uno nunca deja de aprender a ser mamá. Es como que los hijos son la mayor escuela que te da la vida. Y si, a veces las madres se equivocan, pero con el solo hecho de que nos den amor, protección, respeto, ya es suficiente para perdonar cualquier error que estas tienen o tuvieron. Claro si es fácil de llevar. En fin, do not stress, porque tener la intención de ser la mejor mamá ya es una gran virtud.

Claudia VM. dijo...

Al igual que tu mi querida Lore, creo que los miedos que tenemos son inevitables, validos y necesarios, al fin. Los tengo yo tambien y los tiene todas las madres del mundo.
Lo importante y creo que lo que nos toca hacer es preparar a nuestros hijos para aprender a afrontar esos miedos y obstaculos que la vida nos pone, no se trata de aislarlos, sino de prepararlos para lo inevitable que la vida trae por defecto.
Y como dijo cherry, el hacerlo con amor y tener la mejor intención ya es estar un paso adelante.